Siendo el veneno mas potente conocido, la toxina botulínica se encuentra en un proceso de domesticación por parte de investigadores médicos clínicos y de laboratorio, que durante varias generaciones han transformado al enemigo mortal en aliado del hombre en un esfuerzo por mejorar su salud y bienestar. El proceso esta en curso y la batalla se libra diariamente en consultorios, hospitales y laboratorios.
El botulismo fue descrito en Alemania en 1817 por el Dr. Justinus Kerner (Figura 1), quien realizó investigaciones en animales, así como ensayos en su propio cuerpo, desarrollando la hipótesis de que una toxina era la causante de los síntomas del botulismo. El mismo sugirió medidas de prevención y tratamiento para el botulismo, siendo el primero en proponer el uso terapéutico de la toxina botulínica. Su razonamiento era que si el bacilo del botulismo producía una parálisis flácida generalizada, una vez procesada y diluída la toxina botulínica, podría emplearse en el tratamiento de enfermedades caracterizadas por espasticidad.
Alan Scott en 1980 utilizo la toxina botulínica en el tratamiento del estrabismo, indicación que se emplea hasta el día de hoy.
En 1987 la Dra Jean Carruthers utilizó con éxito la toxina botulínica en el tratamiento del blefaroespasmo, observado que además de controlar los movimientos anormales, desaparecía las arrugas. Desde entonces, junto con su esposo, el Dr Alastair Carruthers, comercializó la toxina botulínica A (Botox) con fines cosméticos.
En 1997 organizamos el I Congreso de Neurorehabilitación en Sonora y para ello invitamos a los tres pioneros de la toxina botulínica en México, los doctores: Raùl Calderón González, Francisco Aguilar Rebolledo y al Dr. Jorge Hernández Sánchez. Durante un taller practico, aplicaron la toxina botulínica a pacientes con espasticidad, distonía y sialorrea.
La toxina botulínica es la primera de una larga lista de venenos que se estudian por sus propiedades curativas. Debido a sus múltiples propiedades biológicas, se continúan descubriendo nuevas aplicaciones. Esto representa un gran reto para los investigadores modernos debido a que la velocidad de estos descubrimientos supera en mucho al ritmo normal de la actual metodología de la investigación (pruebas en laboratorio, fases de experimentos en animales, estudios controlados en humanos y meta análisis), y sobre todo, existen miles de pacientes que requieren de la aplicación de toxina botulínica para mejorar su calidad de vida, aun cuando una nueva indicación de encuentra en fases precoces de su investigación.
La toxina botulínica se utilizó por primera vez en la época moderna para el tratamiento del estrabismo debido a que en su fisiopatología existe un desequilibrio muscular a favor de un mùsculo del ojo. Es lógico pensar que si se debilita ese mùsculo con toxina botulínica, se logra mejorar la alineación del globo ocular. Posteriormente se ensayo con éxito la toxina botulínica en el blefaroespasmo, observando su utilidad en el desvanecimiento de las arrugas. Durante estos tratamientos se descubrió la mejoría en pacientes que sufrían dolor de cabeza y migraña. Años después, se aprovecho la capacidad de la toxina botulínica para inhibir la liberación del mediador acetilcolina a nivel de la placa neuromuscular para tratar pacientes con espasticidad y distonías. Una vez descubiertos sus efectos inhibitorios de las terminaciones nerviosas nociceptivas, la substancia P, el glutamato y en la inhibición de la sensibilización central, se ha extendido la toxina botulina del tratamiento del dolor de cabeza al manejo de otros tipos de dolor como el neuropático, postherpético, neuralgia del trigémino, lumbociática, por neuropatía diabética y para el tratamiento del dolor que acompaña a la distrofia simpática refleja. Además, se utiliza la toxina botulínica como inhibidor de las glándulas sudoríparas y salivales.
En México han destacan en la investigación de la toxina botulínica el finado Dr. Raùl Calderón Gonzáles, en el campo de la espasticidad y distonías focales, el Dr. Francisco Aguilar Rebolledo en la investigación de las neuropatías, el Dr. Fernando Guadalupe García Jasso, en el uso de microdosis de toxina botulínica en niños con daño cerebral y en pacientes pediátricos con distonías, el Dr. Jorge Hernández Sánchez en el tratamiento de las distonías oromandibulares, en el manejo de xifoescoliosis espástica y en el enfoque de empleo de la toxina botulínica en la ruptura de cadenas espásticas patológicas en pacientes con parálisis cerebral infantil, además del estudio del efecto de la toxina botulínica en los tendones y en la creación de una nueva técnica para evaluar la espasticidad: sistema de valoración neuroesquelética (SIVANES), que evalúa los diferentes grados de espasticidad y guía al médico clínico hacia los músculos que se deben infiltrar con toxina botulínica, así como de las dosis a utilizar.
Finalmente, el que escribe, alumno del Dr. Jorge Hernández Sánchez, desde hace 10 años desarrollo la técnica para la aplicación de toxina botulínica en el dolor, además investiga los efectos de la toxina botulínica en el dolor y en los procesos patológicos que cursan con desequilibrio muscular como son el síndrome de hombro congelado, las rótulas desalineadas y en el manejo de la toxina botulínica en el manejo de osteoartrosis en hombros caderas y rodillas.
Como conclusión podemos decir que los investigadores de la toxina botulínica están empujando a los investigadores básicos a acelerar la metodología de la investigación científica para poder fundamentar las nuevas indicaciones que cada día se descubren, en beneficio de pacientes que la requieren hoy mismo.
Figura 1 Pintura del Dr. Justinus Kerner, precursor de la investigación de la toxina botulínica.
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